8/20/2009

Remar El Canal entre Malta y Sicilia

Sin duda, el estrecho de Gibraltar es uno de los estrechos más conocidos en el mundo. Pero en el centro de la Cuenca Mediterránea, entre la pequeña isla de Malta y su hermana más grande la de Sicilia, hay otro - y no menos transitado por los barcos: el canal de Malta (o de Sicilia, ¡depende de tu punta de vista!).
Cruzar la distancia aproximada de 50 millas náuticas de diferentes modos siempre fue una meta natural para los deportistas isleños. Por ejemplo, en julio de 1984, el nadador maltés Nicky Farrugia realizó la travesía en poco más de 30 horas y en los años siguientes había una carrera de windsurf entre los puertos de Valletta y Pozzallo (Sicilia).
Para mi amigo Dorian Vassallo, esta no fue la única razón cuando organizó la travesía en kayak de mar desde Marsalforn (en Gozo, isla del archipiélago maltés) hasta Pozzallo en Junio de 2008. La muerte de su mujer por un cáncer dos años atrás fue un motivo más para utilizar su afición para coger fondos para la “Malta Cancer Foundation”. La prueba tuvo un gran éxito, recogiendo más de €30,000. Con la experiencia lograda decidimos, Dorian, y yo organizar otros dos eventos en el 2009 para beneficio de la misma fundación. Antes de todo se estableció utilizar kayaks de mar dobles o K2, para remar con más seguridad y velocidad. Con el otro equipo – compuesto de Mark Bugeja y Michael Gellel – en Abril realizamos la primera circunnavegación del archipiélago maltés (http://www.canoeicf.com/?page=2414&format=). La distancia de 60 millas náuticas fue la más larga que habíamos remado hasta ahora y la habíamos completada en 18 horas, una prueba dura pero en el mismo tiempo la preparación necesaria por el próximo desafío – la travesía de Canal de Malta.
Adelanto rápido hasta el 19 de junio por la mañana, y nos hallamos en Pozzallo, en la costa sureste de Sicilia y el puerto más cercano a Valletta. Nuestros amigos nos esperaban en dos barcos – los “Tallulah” y “Katy Jane” - que durante la travesía nos acompañarían para dar apoyo y si lo necesitábamos, socorro. Mis nervios e impaciencia no me dejaban descansar y a las dos de la tarde empezábamos con las preparaciones, o sea todo lo que es indispensable por una larga navegación, remando durante casi toda la noche. Llegó la hora señalada, las cuatro y con la ayuda de nuestro amigo en Sicilia, Francesco Petralia, echábamos los kayaks en el agua. Últimas verificaciones, se ajusta la cubrebañera y ¡vamos! A las 1615 zarpamos, dejando el rompeolas del puerto de Pozzallo a nuestra derecha. Empezó nuestra aventura y ya pudimos remar en un ritmo constante gracias a las condiciones de mar: poco viento y olas bajas, permitiendo una velocidad alrededor de 5 nudos. Unas pocas horas después y en nuestra popa la costa siciliana desapareció en la calima.
Remando bastante cerca de los barcos de apoyo navegamos con el mar en calma hasta un horizonte que paulatinamente se oscurecía al tiempo que anochecía. No podíamos ver casi nada si no fuera por la luz en la popa del barco que daba la iluminación necesaria para continuar. Cada dos horas parábamos por 20 minutos para comer y reponernos un poco no tanto del hambre sino del agotamiento por la falta de sueño. Alrededor de medianoche estábamos en la mitad del rumbo y parecía que no se acaba nunca de remar. Había periodos donde remaba con los ojos cerrados soñando con el momento en que pudiéramos distinguir la luz de la costa de Malta. Una luna creciente se alzaba cerca de las cuatro de la madrugada, al mismo tiempo que podíamos ver, en la distancia las luces de nuestra meta. Eso nos animó para remar con más fuerza mientras lentamente nos acercábamos al puerto de Valletta. A las 0740 cruzábamos la bocana que había entre el brazo del rompeolas de Valletta. Cansados, pero al mismo tiempo felices de ver en las orilla a nuestros familiares y amigos que nos esperaban. Su apoyo fue esencial para terminar con éxito esta prueba. Hay que mencionar también a nuestros patrocinadores - la Sullivan Maritime de Malta y, no menos, la Vituddens Kanotvarv de Suecia que ha construido nuestro kayak, la Anita K2.