1/15/2008

EL VERDUGO: COMENTARIOS

Bajo el velo de lo cómico (o mejor el humor negro) y la ironía, Berlanga nos ofrece una película estupenda. Si tenemos en cuenta la censura en aquella época, que no dejaba la libre expresión, el director utiliza las herramientas del cineasta para enseñarnos su desaprobación hacia la pena de muerte que existió en España. Con los tres actores principales – José Isbert como el verdugo el señor Amadeo; su hija Carmen – Emma Penella y José Luis – Nino Manfredi – el novio y después el marido de Carmen, Berlanga desarrolla una historia de gente que vive en el borde de la sociedad no sólo por su trabajo - uno es verdugo y el otro enterrador, sino porque es gente con pocos recursos económicos.

José Luis es empleado de pompas fúnebres pero quiere mejorar su vida y sueña con trabajar en Alemania como mecánico. Un día trabajando encuentra al verdugo, el señor Amadeo, que está a punto de jubilarse. Este señor tiene una hija, Carmen, que, siendo hija de verdugo no puede encontrar novio. En ella, José Luis halla un alma parecida, le dice que “tenemos la misma enfermedad” es decir que él también está alejado de la sociedad y es inevitable que los dos se enamoren. La relación se avanza y al poco tiempo Carmen queda embarazada. La presión moral y “el qué dirán” no dejan ninguna opción más que casarse. Para José Luis las cosas empiezan a empeorar cuando debido a un equivoco administrativo con un piso acaba con él asumiendo el oficio de verdugo en vez de su suegro. José Luis no puede matar ni siquiera una mosca y se vuelve loco aunque Amadeo lo tranquiliza con la promesa de que nunca se mata porque el condenado recibiría un indulto. Todo pasa bien hasta el día que José recibe la notificación de que tiene que ejercitar su profesión ocultada…

Rodeado en blanco y negro así dando un aura sombría a los acontecimientos que al principio parece que son casi alegres. La película llama a las obras del neo-realismo italiano que, en la mayoría de las veces, trata las historias de gente pobre al borde de la sociedad como los protagonistas de esta película. Situada en Madrid, el ambiente lúgubre es reforzado con hogares que nos enseña Berlanga: el de José Luis que comparte su vida con la familia de su hermano en una casa pequeña que sirve además de taller y la casa del verdugo con una portera que no esconde su desprecio hacia el señor Amadeo y su trabajo. Los personajes principales son gente que no logra a cambiar su propio destino. Amadeo lo acepta y aunque José al principio no lo quiere le gusta tener un segundo sueldo sin hacer nada. Sólo cuando tiene que matar un condenado se da cuenta del horroroso asunto. En la reacción de José, desde la llegada de la orden oficial en su casa hasta la ejecución del prisionero, no cabe duda que el director es contrario a la pena de muerte aunque a través del escritor Corcuera declara que “la sociedad siempre necesita el ejecutor de la justicia”. Luego hace falta que exista el oficio de verdugo, un trabajador como otros que sin embargo la sociedad lo trata con asco como vemos muchas veces en la película. Como habíamos dicho ya arriba, los personajes de la obra se quedan en una situación propia de los rangos bajos de la sociedad. El director la utiliza para destacar el contraste entre las clases y también en como por ejemplo la Iglesia se relaciona con ellos. Podemos ver esto en la escena de la boda donde el cura y sus ayudantes tratan la pareja como si fueron gente contagiosa. Hay otros temas que salen en la película:

- Carencia de vivienda. La necesidad absoluta de tener el piso, sólo posible si tiene una posición “oficial”.

- La excesiva burocracia y corrupción, aprendemos que necesita una recomendación, también para tener un trabajo desagradable como la del verdugo.

- Si tanta gente quiere ser verdugo (José Luis es el número 37 en la lista) es evidente que hay carencia de puestos fijos de trabajo y así sale el tema de la emigración que tanto desea José para salir de su situación.

- El turismo naciente de los sesenta y como la gente española se relaciona con los forasteros que llegan en los lugares populares como aquella de Palma de Mallorca donde tiene lugar la última escena.

No hay ninguna duda que la obra es un clásico del cine español y la maestría de Berlanga lo logra en el uso de lo cómico y a la vez irónico para destacar temas delicados y complicados que ya son relevantes en esta época. Hay muchísimas escenas inolvidables como aquella de la camisa donde Carmen pregunta al padre el número del cuello de José Luis. Amadeo echa una mirada rápida a la nuca del yerno y sin perder un segundo contesta: un cuarenta y uno. Me gusta también la escena final donde cruzan un patio muy austero: la pared blanca y el suelo casi negro con José Luis arrastrado por dos guardias. Es difícil decir quien es el verdadero condenado. No vemos la ejecución pero después de que José vuelve con su familia podemos darnos cuenta que algo muy grande y terrible acaba de ocurrir y que deja a José Luis sin aliento. Es un hombre cambiado. Mira el dinero con asco, “No lo haré más” dice José, pero Amadeo coge el dinero, para él es la cosa más importante y contesta: lo mismo dije yo la primera vez. Uno se acostumbra a todo en la vida, también a matar gente.